Tan sólo un 2 % del total de la demanda energética mundial es cubierto por fuentes de tipo nuclear. Eran 443 los reactores que, instalados en 31 países, abastecían a inicios de 2006 el 16 % de la electricidad y los seis principales países productores (Estados Unidos, Francia, Japón, Alemania, Rusia y Corea del Sur), los generadores de las tres cuartas partes. Mientras que sólo Francia, donde sólo un cuarto de la energía producida no es nuclear, provee casi la mitad del total consumido en la Unión Europea.
Ciertos insumos nucleares, tales como el plutonio y el uranio enriquecidos, son útiles para el uso civil pero también para el desarrollo de armas militares. En tal sentido, todos los países que poseen armas nucleares se han visto beneficiados gracias a los adelantos en el sector civil y viceversa. Es así como, aun cuando el uso nuclear para los fines civiles tenga muy poca relevancia de índole energética, el potencial estratégico de los materiales involucrados y el riesgo inmanente de conflictos militares o terroristas permanecen en aumento.
El 26 de abril de 1986, hace exactamente 24 años, explotaba la central nuclear de Chernobyl, en Ucrania. El accidente, que alcanzó el nivel 7, la categoría más alta de la escala Ines (cifras en inglés de Escala Internacional de Accidentes nucleares), causó 31 muertes y la evacuación de más de 400 mil personas, a lo que se sumaron restricciones a la producción agrícola, la destrucción de cosechas y el sacrificio de animales, en muchos de los países afectados por la generación de la nube radioactiva.


Mauro Maciel
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